El pulmón de bogotá
Por: Laura Alejandra Franco
Rodeada de inmensos árboles, caminando entre flores, observando colores, texturas y diversidad de plantas, fueron el comienzo de una relajante experiencia sobre 20 hectáreas de naturaleza viva en medio de una ciudad que crece a través de los grandes rascacielos y bosques de asfalto que nos rodean a diario. Llovizna, aire frío y grandes nubes grises cubrían el cielo capitalino del domingo 25 de febrero, llenando así el ambiente de las calles bogotanas de una sensación fría y opaca para los ojos de muchos. A pesar de esto, un poco de luz asomaba entre aquellos pequeños espacios de los nubarrones pintados, creando expectativas de una tarde soleada que podría iluminar aquel día que nosotros los bogotanos y algunos de sus habitantes tanto admiramos. Sin embargo, el mal tiempo no impidió que esta gran experiencia se llevara a cabo, la idea de disfrutar de un plan diferente, lleno de naturaleza y más allá de lo académico, fue mi objetivo, visitar el Jardín Botánico de Bogotá o como bien es conocido: el pulmón de la capital.
Faltaban tres horas para el medio día y solamente quince minutos para comenzar el recorrido por aquellas 20 hectáreas llenas de vida. Para muchos el domingo, o todo el fin de semana, es de descanso; para otros es sinónimo de levantarse y dirigirse a sus lugares de trabajo y continuar su rutina. Este es el caso de Andrés David Meneses, guía de recorridos turísticos y experto en botánica dentro del Jardín, además, quién sería el maestro durante toda aquella experiencia natural.
Con mucha pasión y entrega por lo que sería su trabajo, da inicio al gran recorrido por este gran espacio biodiverso, lleno de historia y significado cultural, explicando a todos aquellos desconocedores de la botánica los inicios de este gran patrimonio nacional.
Colombia, un país donde la biodiversidad abunda por donde lo podamos observar. Según el ranking mundial, brindado por el Instituto Humboldt, Colombia es el primer lugar en aves y orquídeas, segundo lugar en riqueza de plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce, tercero en número de especies de palmas y reptiles, por último, el cuarto lugar en mamíferos. Por esta razón, y aquí es donde entra al rescate, la gran tarea del Jardín Botánico.
Colección, conservación y promoción de la cultura ambiental son algunos de los principales objetivos de este, adelantar programas científicos y tecnológicos en pro del ecosistema distrital y mantener cada especie, además de mantener la diversa colección vegetal en vía de extinción. Hace más de 50 años, y para ser exactos, en el año 1955 nace esta gran idea de conservar y reconstruir la historia de la botánica, gracias a la larga tarea que realizó el astrónomo español y botánico, José Celestino Mutis, en el Reino de Nueva Granada, en el año 1783 acerca del estudio de las ciencias naturales de este territorio, que siglo y medio después el Sacerdote Jesuita, Enrique Pérez Arbeláez, considerado el padre de la ecología colombiana, con una visión profesional y emprendedora tomó las riendas de esta gran labor, naciendo lo que hoy en día conocemos como el Jardín Botánico de Bogotá.
Colombia, un país donde la biodiversidad abunda por donde lo podamos observar. Según el ranking mundial, brindado por el Instituto Humboldt, Colombia es el primer lugar en aves y orquídeas, segundo lugar en riqueza de plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce, tercero en número de especies de palmas y reptiles, por último, el cuarto lugar en mamíferos. Por esta razón, y aquí es donde entra al rescate, la gran tarea del Jardín Botánico.
Colección, conservación y promoción de la cultura ambiental son algunos de los principales objetivos de este, adelantar programas científicos y tecnológicos en pro del ecosistema distrital y mantener cada especie, además de mantener la diversa colección vegetal en vía de extinción. Hace más de 50 años, y para ser exactos, en el año 1955 nace esta gran idea de conservar y reconstruir la historia de la botánica, gracias a la larga tarea que realizó el astrónomo español y botánico, José Celestino Mutis, en el Reino de Nueva Granada, en el año 1783 acerca del estudio de las ciencias naturales de este territorio, que siglo y medio después el Sacerdote Jesuita, Enrique Pérez Arbeláez, considerado el padre de la ecología colombiana, con una visión profesional y emprendedora tomó las riendas de esta gran labor, naciendo lo que hoy en día conocemos como el Jardín Botánico de Bogotá.
Después de haber escuchado de una breve introducción sobre la fundación e historia de esta institución, seguimos caminando por este espacio natural junto al grupo de personas que acompañaban mi recorrido. Hombres, mujeres, niños y hasta ancianos realizaban este aprendizaje emocionados y a la vez asombrados de toda la riqueza nacional que posee Colombia y que por desinterés o indiferencia no conocemos. La Alcaldía de Bogotá, como encargada, afirma que la investigación, docencia y recreación es aquella misión que tiene como responsabilidad promover el Jardín y los miembros que trabajan en él; desde el niño más pequeño que ingrese hasta aquel profesional especializado pueda encontrar en el pulmón de Bogotá un espacio de aprendizaje, cultura y esparcimiento, así como también ponerse en contacto con toda la naturaleza y descubrir aquellos secretos que la madre tierra tiene para nosotros.
Plantas nativas, curativas, cascadas, desiertos, árboles gigantes era lo que deleitaban mis ojos en estas 20 hectáreas. Cada planta tiene significado, historia y es un símbolo para nuestro territorio nacional. El ambiente puro y refrescante que se puede percibir es indescriptible, es una burbuja verde dentro de una gran selva de asfalto que proporciona tranquilidad a todos sus asistentes como lo afirmaba un hombre de la tercera edad, quien hacía parte de este grupo en el cual realizaba mi recorrido.
Plantas nativas, curativas, cascadas, desiertos, árboles gigantes era lo que deleitaban mis ojos en estas 20 hectáreas. Cada planta tiene significado, historia y es un símbolo para nuestro territorio nacional. El ambiente puro y refrescante que se puede percibir es indescriptible, es una burbuja verde dentro de una gran selva de asfalto que proporciona tranquilidad a todos sus asistentes como lo afirmaba un hombre de la tercera edad, quien hacía parte de este grupo en el cual realizaba mi recorrido.
Al cabo de treinta minutos que llevábamos de nuestro recorrido, cada vez ingresaba más gente. Grupos de aproximadamente 15 personas eran guiados por aquellos maestros de la botánica que de la manera más didáctica trataban de atrapar la atención de todos sus visitantes, nosotros. Mediante diferentes dinámicas como palpar plantas, tocarlas y hasta incluso comer frutos que crecen en árboles que desconocemos hicieron parte de esta hora y media de recorrido, sin importar cuán gris y frío estaba el tiempo climático en la capital del país. El Jardín Botánico recibe en promedio 6000 personas los fines de semana con grupos de máximo 30 personas en sus recorridos, según afirmó para un informe de la Alcaldía de Bogotá, José Araujo, subdirector Educativo y Cultural del Jardín Botánico en el año 2017.
Al continuar caminando por los angostos senderos de piedra y cemento, ya casi al final de nuestro recorrido, pude divisar, a un costado del lugar donde me encontraba, un grupo de jóvenes estudiantes con cuadernos en sus manos, junto al guía y el adulto responsable a su mando realizando dinámicas y actividades que promueven, generan y aplican el conocimiento que este espacio natural le brinda a sus visitantes. Andrea Morales, asesora de la subdirección científica del Jardín Botánico de Bogotá, afirma que estas actividades y su información correspondiente están a la disposición de toda la comunidad “Las actividades educativas, científicas y de socialización a la comunidad son públicas, son abiertas al público, de la región o cualquiera que esté interesado en adquirir algunos conocimientos, desarrollando estrategias de comunicación donde se presentan dichas actividades, su información y lugares a los cuales pueden acercarse” .
Cuando comenzó este proyecto de reconocimiento a la botánica, este era de carácter privado y sin ánimo de lucro, su sostenimiento era limitado y como dirían coloquialmente ‘con las uñas’. Las actividades que se llevan a cabo y la promoción cultural, ambiental y educativa no eran tan marcadas como en la actualidad. Hoy en día el Jardín Botánico de Bogotá pertenece al Centro de Investigación del Distrito capital, juntamente con el manejo y dirección de la Alcaldía, que sin la comunidad saberlo cumple en el desarrollo ambiental de la capital un rol fundamental, la arborización de Bogotá. Alberto Gómez Mejía, Presidente de la Red Nacional de Jardines Botánicos, recalca la importancia del pulmón de Bogotá: “Siempre he considerado que el Jardín tiene un trabajo paisajístico muy interesante y bueno y que la actual administración lo ha mantenido muy bien”
Once de la mañana y cuarenta minutos. Terminó nuestro recorrido por todo este espacio natural, nuestro guía había hablado de inmensidad de plantas, historia y beneficios que el Jardín Botánico aportaba a la capital colombiana y con una frase emblemática que causó gran impacto y que realmente tiene coherencia con la posición que los citadinos y amantes del bosque de asfalto tenemos frente a la riqueza natural que posee Colombia: “Nadie cuida lo que no conoce”.
Finalmente, después de hora y media de recorrido y cinco años de no visitar esta gran institución, la gratificación y al mismo tiempo exhortación que la misma naturaleza y la gran riqueza de Colombia puede generar a un grupo de 30 personas, hace que cada vez que cada ser humano en su afán citadino realmente pueda ver más allá el entorno y el mundo que lo acoge.
Al continuar caminando por los angostos senderos de piedra y cemento, ya casi al final de nuestro recorrido, pude divisar, a un costado del lugar donde me encontraba, un grupo de jóvenes estudiantes con cuadernos en sus manos, junto al guía y el adulto responsable a su mando realizando dinámicas y actividades que promueven, generan y aplican el conocimiento que este espacio natural le brinda a sus visitantes. Andrea Morales, asesora de la subdirección científica del Jardín Botánico de Bogotá, afirma que estas actividades y su información correspondiente están a la disposición de toda la comunidad “Las actividades educativas, científicas y de socialización a la comunidad son públicas, son abiertas al público, de la región o cualquiera que esté interesado en adquirir algunos conocimientos, desarrollando estrategias de comunicación donde se presentan dichas actividades, su información y lugares a los cuales pueden acercarse” .
Cuando comenzó este proyecto de reconocimiento a la botánica, este era de carácter privado y sin ánimo de lucro, su sostenimiento era limitado y como dirían coloquialmente ‘con las uñas’. Las actividades que se llevan a cabo y la promoción cultural, ambiental y educativa no eran tan marcadas como en la actualidad. Hoy en día el Jardín Botánico de Bogotá pertenece al Centro de Investigación del Distrito capital, juntamente con el manejo y dirección de la Alcaldía, que sin la comunidad saberlo cumple en el desarrollo ambiental de la capital un rol fundamental, la arborización de Bogotá. Alberto Gómez Mejía, Presidente de la Red Nacional de Jardines Botánicos, recalca la importancia del pulmón de Bogotá: “Siempre he considerado que el Jardín tiene un trabajo paisajístico muy interesante y bueno y que la actual administración lo ha mantenido muy bien”
Once de la mañana y cuarenta minutos. Terminó nuestro recorrido por todo este espacio natural, nuestro guía había hablado de inmensidad de plantas, historia y beneficios que el Jardín Botánico aportaba a la capital colombiana y con una frase emblemática que causó gran impacto y que realmente tiene coherencia con la posición que los citadinos y amantes del bosque de asfalto tenemos frente a la riqueza natural que posee Colombia: “Nadie cuida lo que no conoce”.
Finalmente, después de hora y media de recorrido y cinco años de no visitar esta gran institución, la gratificación y al mismo tiempo exhortación que la misma naturaleza y la gran riqueza de Colombia puede generar a un grupo de 30 personas, hace que cada vez que cada ser humano en su afán citadino realmente pueda ver más allá el entorno y el mundo que lo acoge.