Fantasías y realidades
Por: Laura Alejandra Franco Osorio
Siempre crecí creyendo en la existencia de alguien o algo superior que rige todo nuestro mundo. Alguien que desde algún lugar con tanto poder, inteligencia y tanta perfección hace una armonía lógica y a la vez inexplicable todas las cosas que nos rodean, e incluso nosotros como seres humanos. No puedo dejar atrás, y sería algo deshonesto no mencionar, la gran cantidad de dudas que en su momento me generaba acerca de este tema. Hay que tener en cuenta que desde muy pequeña crecí en un hogar de creencias religiosas muy fuertes, arraigadas y supremamente sólidas, además de costumbres diferentes y propias de la “religión” que profeso desde que tengo memoria, pero que más que eso, es aquella convicción que me mueve hacia el Ser Supremo, al Dios que hasta el día de hoy sé que existe.
Grandes dudas a lo largo de la historia y sobretodo controversias frente a este tema se han generado y más cuando nosotros como seres humanos defendemos todo aquello que vemos, escuchamos y vivimos con tal de lograr tener la razón y donde la naturaleza humana ha tratado de controvertir la existencia de todo orden natural. Contradecir la existencia de este ser supremo e incluso manipularla por medio de prácticas orientadas a obtener la supremacía de ese mismo orden se convirtió en la obsesión o incluso en el sustento y lucro de muchos fieles a las energías divinas y su necesidad de compartirlas. Aquello que no es visible ni entendible para los ojos y oídos de cualquiera de nosotros e incluso verídico para la ciencia se convierte en el todo de muchas personas llenas de malicia y astucia.
Magia, alquimia o astrología son algunas de las prácticas a las cuales me refería anteriormente. En mi adolescencia siempre escuché hablar sobre estas prácticas. Lectura de cartas, de la mano, videntes, espiritistas, curas y rezos, hasta médiums, cosas que, sinceramente, me ponían los pelos de punta; siempre me pregunté si realmente eran dones o si eran simplemente prácticas que con un par de lecciones y libros ancestrales indígenas podrían aprenderse, pero realmente nunca me interesó o llamó la atención investigar, causaba en mi algo de miedo.
Sin embargo, al iniciar la vida universitaria, específicamente al maravilloso mundo de la comunicación, nunca pensé que me tocaría recorrer gran cantidad de calles e investigar miles de situaciones, enfrentarme a realidades y campos cotidianos que jamás había conocido, el esoterismo y ese gran mundo de mística tuvo que convertirse en una más de las pocas experiencias para contar en mis veinte años de vida.
Sentada en un salón de clase y junto a mis compañeras de grupo de trabajo pensábamos en una situación, o tema de atracción, que pudiera narrarse en una crónica fotográfica que fuera diferente y que generara algo de impacto a las personas que vieran y escucharan nuestra gran travesía.
La idea y el tema no salió de mi mente, pero al ser trabajo en equipo y siendo minoría al momento de votar, me resigné y traté de pensar en otra opción, la idea de visitar un establecimiento esotérico ya era prácticamente un hecho. La investigación comenzó a ser exhaustiva acerca de estos lugares y como la tecnología en esta era digital es infalible, las direcciones no demoraron en salir.
Localidad de Chapinero, carrera 13 con calle 63, era el lugar más cercano para encontrar este tipo de establecimientos. Vendedores ambulantes, restaurantes, tiendas de ropa e incluso entidades bancarias podía observar a mi alrededor, pero hasta ese momento nada acerca de ese tema. Minutos más tarde, y caminando por la acera, se acercó un señor serio y de pocas palabras entregando publicidad sobre “Maestros de la Sabiduría”, mis compañeras lanzaron miradas decididas a entrar a ese lugar el cual, después de una hora y treinta minutos, se convertiría en una de mis experiencias más extrañas, incómodas y arriesgadas.
Ingresamos a ese establecimiento, un segundo piso en un local retirado de la entrada y totalmente cubierto. Cortinas de color amarillento tapaban completamente las ventanas sin dejar entrar ni una sola gota de luz, había algunos dibujos extraños sobre la puerta y los vidrios, además del nombre en toda la parte superior del establecimiento. El lugar causaba en mí una sensación que no puedo explicar, me sudaban las manos, el corazón me latía muy fuerte, solamente rogaba que todo ocurriera rápido para poder retirarnos del lugar. Pasaron algunos minutos y “el Profe”, dueño del lugar y maestro de la sabiduría, apareció. Un hombre de cabello largo, abundante vello facial y una vestimenta colorida y fuera de lo común llamó mi atención, nos invitó a pasar a su lugar de trabajo y comenzó toda nuestra aventura.
Entramos a una habitación completamente oscura, artefactos extraños, velas, velones, cigarrillos, cartas, figuras religiosas cubrían su escritorio de trabajo y cuadros en las paredes fueron tema central de la conversación. Este personaje colombo-brasilero lleva varios años en Colombia ayudando a miles de personas a solucionar grandes problemas e inquietudes que tuvieran alusión con algo extrasensorial. Se define como un enviado y privilegiado del creador del universo. Tras llevar una conversación acerca de su labor diaria, las dudas fueron invadiendo mi mente y la de mis compañeras, así que tuvimos el atrevimiento de hacer preguntas mucho más densas y de cierta manera poner a prueba el don que “el Profe” decía tener. Simplemente comenzó con una lectura física y espiritual de cada una de nosotras, sin saber dato alguno sobre nuestras vidas.
Asustada y nerviosa con aquellas lecturas realizadas a mis compañeras, era mi turno de escucharlo y saber si realmente ese gran mundo de lo esotérico podría convencerme de algo. Tragando saliva y con las manos totalmente sudorosas, “el profe” fija su mirada en mis ojos, empieza a hablar y menciona algunos de mis sueños y ciertas cualidades que me caracterizan. Mi reacción era inexplicable, en ese momento simplemente terminamos la sesión y nos retiramos con el material fotográfico, más información de aquel oficio y su tarjeta de contacto. Salí con una sensación extraña en mi pecho y con ganas de salir corriendo del establecimiento, nunca imaginé ir a un lugar como aquellos, y mucho menos sentir tan real todo aquello en lo que, desde muy pequeña, me aterraba y en lo que nunca he creído.
Esto me enseñó que a fin de cuentas aquel ser que me regaló la oportunidad de vivir en este mundo, me dio la oportunidad de conocer otra parte de la realidad que Él mismo creó y hacer cada vez más fuerte aquella convicción de la que nunca me arrepentiré.
Sin embargo, al iniciar la vida universitaria, específicamente al maravilloso mundo de la comunicación, nunca pensé que me tocaría recorrer gran cantidad de calles e investigar miles de situaciones, enfrentarme a realidades y campos cotidianos que jamás había conocido, el esoterismo y ese gran mundo de mística tuvo que convertirse en una más de las pocas experiencias para contar en mis veinte años de vida.
Sentada en un salón de clase y junto a mis compañeras de grupo de trabajo pensábamos en una situación, o tema de atracción, que pudiera narrarse en una crónica fotográfica que fuera diferente y que generara algo de impacto a las personas que vieran y escucharan nuestra gran travesía.
La idea y el tema no salió de mi mente, pero al ser trabajo en equipo y siendo minoría al momento de votar, me resigné y traté de pensar en otra opción, la idea de visitar un establecimiento esotérico ya era prácticamente un hecho. La investigación comenzó a ser exhaustiva acerca de estos lugares y como la tecnología en esta era digital es infalible, las direcciones no demoraron en salir.
Localidad de Chapinero, carrera 13 con calle 63, era el lugar más cercano para encontrar este tipo de establecimientos. Vendedores ambulantes, restaurantes, tiendas de ropa e incluso entidades bancarias podía observar a mi alrededor, pero hasta ese momento nada acerca de ese tema. Minutos más tarde, y caminando por la acera, se acercó un señor serio y de pocas palabras entregando publicidad sobre “Maestros de la Sabiduría”, mis compañeras lanzaron miradas decididas a entrar a ese lugar el cual, después de una hora y treinta minutos, se convertiría en una de mis experiencias más extrañas, incómodas y arriesgadas.
Ingresamos a ese establecimiento, un segundo piso en un local retirado de la entrada y totalmente cubierto. Cortinas de color amarillento tapaban completamente las ventanas sin dejar entrar ni una sola gota de luz, había algunos dibujos extraños sobre la puerta y los vidrios, además del nombre en toda la parte superior del establecimiento. El lugar causaba en mí una sensación que no puedo explicar, me sudaban las manos, el corazón me latía muy fuerte, solamente rogaba que todo ocurriera rápido para poder retirarnos del lugar. Pasaron algunos minutos y “el Profe”, dueño del lugar y maestro de la sabiduría, apareció. Un hombre de cabello largo, abundante vello facial y una vestimenta colorida y fuera de lo común llamó mi atención, nos invitó a pasar a su lugar de trabajo y comenzó toda nuestra aventura.
Entramos a una habitación completamente oscura, artefactos extraños, velas, velones, cigarrillos, cartas, figuras religiosas cubrían su escritorio de trabajo y cuadros en las paredes fueron tema central de la conversación. Este personaje colombo-brasilero lleva varios años en Colombia ayudando a miles de personas a solucionar grandes problemas e inquietudes que tuvieran alusión con algo extrasensorial. Se define como un enviado y privilegiado del creador del universo. Tras llevar una conversación acerca de su labor diaria, las dudas fueron invadiendo mi mente y la de mis compañeras, así que tuvimos el atrevimiento de hacer preguntas mucho más densas y de cierta manera poner a prueba el don que “el Profe” decía tener. Simplemente comenzó con una lectura física y espiritual de cada una de nosotras, sin saber dato alguno sobre nuestras vidas.
Asustada y nerviosa con aquellas lecturas realizadas a mis compañeras, era mi turno de escucharlo y saber si realmente ese gran mundo de lo esotérico podría convencerme de algo. Tragando saliva y con las manos totalmente sudorosas, “el profe” fija su mirada en mis ojos, empieza a hablar y menciona algunos de mis sueños y ciertas cualidades que me caracterizan. Mi reacción era inexplicable, en ese momento simplemente terminamos la sesión y nos retiramos con el material fotográfico, más información de aquel oficio y su tarjeta de contacto. Salí con una sensación extraña en mi pecho y con ganas de salir corriendo del establecimiento, nunca imaginé ir a un lugar como aquellos, y mucho menos sentir tan real todo aquello en lo que, desde muy pequeña, me aterraba y en lo que nunca he creído.
Esto me enseñó que a fin de cuentas aquel ser que me regaló la oportunidad de vivir en este mundo, me dio la oportunidad de conocer otra parte de la realidad que Él mismo creó y hacer cada vez más fuerte aquella convicción de la que nunca me arrepentiré.