Desde que se nace se le dan calificativos a los bebés; ¡qué niña más linda!, ¡qué bella!, cuando grande va a ser hermosa; cuando ya crecen un poco más se les atribuye más características que configuran eso tan lindo (estético) que los demás perciben en ese ser; pero qué alta, qué elegante, qué cabello tan rubio, hasta cuando viene la frase “ay, qué linda, debería ser modelo” ¿Modelo? ¿Por qué modelo? ¿Acaso la niña linda, alta y rubia no puede ser astronauta, médica o abogada? ¿Por qué modelo?
Solo me hice estas preguntas cuando crecí un poco más, aproximadamente a los 12 años me cuestioné por qué siempre que me veía mi familia me decía eso y yo misma lo justificaba diciéndome que seguramente era porque me querían mucho.
No era porque me quisieran sino porque ese es el estereotipo, pero claro, era muy pequeña en ese entonces para entender el significado que abarca esa palabrita tan odiosa. En el colegio siempre me gustó destacar, ayudar en todos los eventos que podía, participar en bailes, obras de teatro y dar todo de mí para ser la mejor académicamente, pues siempre me gustó estudiar. Cuando pasé a décimo con 16 años las cosas cambiaron, mi cuerpo para ese entonces ya era muy diferente que el de la niña de 12, el cual se asemejaba más al de una mujer; con la torpeza que incluye crecer y no saber cómo aprender a caminar, moverse y comportarse con un cuerpo de casi el doble de tamaño que del de ese entonces, recuerdo a mi mamá diciéndome que caminara derecha, que no me sentara en el suelo y que tenía que ser más delicada con mis movimientos, con constancia aprendí a manejar mi metro setenta y cuatro en un salón donde los demás no pasaban de un metro sesenta.
Mi forma de ser jovial me permitió tener muy buenas amistades entre compañeros y profesores, pero también muchos problemas por estar siempre metida en todo lo que ocurría en el colegio, pero a eso jamás le vi problema hasta que un día llegó a mis oídos, por parte de un profesor, que yo no le caía muy bien a la vicerrectora de mi colegio porque le parecía muy pretenciosa por creerme linda. Esa situación me desconcertó un poco, no sabía a lo que se refería y, aunque me parecía normal disgustar de vez en cuando con algunas compañeras, me pareció incomprensible entender que un adulto de esa jerarquía diera esas apreciaciones sobre mí, una niña.
Yo asumí una posición a la defensiva contra esta profesora a modo de “enemigas” — lo sé, un poco infantil, pero es que eso es lo que yo era en ese entonces — era la única persona con la que había tomado actitudes odiosas y ahora sí, actitudes pretenciosas — para que hablara con razones justificadas — decía yo.
Esa fue la peor decisión que pude tomar, me terminaron sacando del colegio por negación de cupo para el grado once y yo, con 17 años, empecé a buscar colegio para mi último curso del bachillerato.
De nuevo me enfrenté a lo que esa palabra odiosa significaba “estereotipo”, nueva en un colegio donde ya todos tenían sus grupos fuertes de amigos, llegué de intrusa a una promoción que no me conocía, y de nuevo los calificativos y las apreciaciones a primera vista sobre mí, no se hicieron esperar, “como es bonita debe ser bruta seguramente” y yo de bruta no tenía un pelo, pero eso no lo sabían, igual preferí mantener un bajo perfil para poder terminar mi colegio sin la necesidad de darle más disgustos a mis papás.
Terminé mi bachillerato sin contratiempos académicos o disciplinarios, pero eso sí con más de una enemiga, pues jamás fui de las que tenían exceso de paciencia y tenía la lengua bien entrenada para cuando me tenía que defender, pero vaya sorpresa que me llevé al pensar qué estudiar en la universidad, fue un choque enorme con la realidad. Era buena con las relaciones humanas, era hábil socialmente y quería tener contacto con los demás, pero no quería estudiar algo que fuera común en una niña linda pero boba, así que pensé en estudiar Derecho para jamás dejarme de nadie, pues estaba cansada que creyeran conocerme a simple vista.
Tanto quise combatir la superficialidad que estaba a punto de escoger una carrera que no me apasionaba por aparentar no ser superficial, que contradictorio y triste. Finalmente, después de investigar y leer mucho sobre grandes mujeres en diferentes campos como Virginia Woolf y María Mercedes Carranza me di cuenta que para ser una mujer libre de estereotipos solo tenía que hacer lo que de verdad me hiciera feliz, y que así como Marcela Turati, una gran periodista mexicana con reconocimientos por parte de la Fundación del Nuevo Periodismo Iberoamericano, también yo podía ser una gran comunicadora sin entrar en el estándar de la modelo-presentadora de Estilo RCN.
Entré a la Universidad del Rosario y con gran motivación comencé con pie derecho, todo iba muy bien hasta que un profesor que tenía confianza con los estudiantes, empezó a molestarme cada vez que entraba al salón, me pedía que modelara o arrojaba frases como “que pase la modelo”, así que empecé a vestirme diferente, a irme desarreglada para esa clase y a toda costa evitaba el contacto visual con él, manejé bajo perfil todo el semestre, pero eso no fue suficiente para él, él quería darse cuenta que en verdad no tenía idea sobre lo que era la carrera y que no sabía más que peinarme y pintarme las uñas.
Con dedicación y mucha paciencia nunca le dije nada, solo soporté sus bromas pesadas hasta que al finalizar el semestre pensó que haciéndome actuar en una obra de teatro, frente a todos mis compañeros, me iba hacer sentir mal por tener que lucir completamente ridícula, pero no sabía quién era, ni mi amor por el teatro. Di más de lo que él pidió, no solo me vestí de manera absurda sino que mi comportamiento y mi forma de hablar fue una catarsis hacia una persona que está totalmente desprovista de la vergüenza o el miedo a lucir mal, al terminar el circo que él había querido que armara, me llamó aparte y me pidió disculpas por haberme juzgado sin conocerme y que le había callado la boca con mi forma de escribir y la tenacidad de mi carácter. Ahora soy como quiero ser, ahora disfruto verme linda porque me di cuenta que no era una desventaja como lo veía antes, ahora sé que puedo lucir bien ante mis ojos, seguir siendo una gran persona y una mujer muy brillante.