Las bendiciones que realmente importan no son religiosas
Por: Santiago Carvajal Vásquez
En un país como Colombia que ha estado influenciado en gran parte de su historia por la doctrina católica, apostólica-romana, es un hecho de gran relevancia que el ‘delegado’ de la mayor deidad, según dicha creencia, visite el país, y por eso es que desde el momento en el que Jorge Mario Bergoglio, más conocido como el Papa Francisco pisó suelo colombiano, los medios masivos de información casi en su totalidad se centraron en cada uno de sus movimientos y siguieron muy de cerca su gira en el país del café y las orquídeas, que tuvo una duración desde el 6 hasta el 10 de septiembre del 2017, comenzando en Bogotá, siguiendo a Villavicencio, posteriormente a Medellín y terminando en Cartagena.
Francisco arribó a Bogotá el día miércoles 6 de septiembre del 2017 y como en cualquier ciudad de cualquier país que practique esta doctrina, tuvo un cronograma lo suficientemente ajustado para un adulto mayor que tiene más de 80 años. El pontífice duerme un poco menos de 6 horas diarias dado el cumplimiento que debe tener por ser un pilar en el plano terrenal de la institución a la que le ha entregado su vida.
No se puede saber a ciencia cierta cómo es verdaderamente el diario vivir de estas personas, pero el hecho de casi quedarse dormido en la eucaristía que se llevó a cabo en el parque Simón Bolívar el día siguiente a su llegada, le generó a más de un feligrés la pregunta de cómo será realmente y a qué ritmo deben vivir dichos personajes públicos.
Seguramente más de un colombiano aprovechó el día miércoles para salir a bailar o tomarse un trago, pues el jueves 7 de septiembre sería un día cívico a causa de la eucaristía ofrecida en el parque más grande la ciudad por la persona que más importancia iba a tener en el país por los próximos tres días.
El miércoles yo solo pensaba en que iba a cambiar un día más de la rutina por un día acostado en mi cama jugando videojuegos, pero mi realidad el día jueves fue totalmente diferente. Mi familia, al igual que muchas otras que siguen las costumbres, profesa la religión católica y como era de esperarse tenían todo fríamente calculado para no dejarme ejecutar el plan de descanso que ya tenía en mente. Dudo mucho que las intenciones de ellos fueran arruinar mi descanso, por lo contrario, siempre con unas intenciones de amor y enseñanza quisieron que los acompañara a la campal y exorbitante misa.
Era inevitable notar el disgusto en mi rostro y en mis acciones, pero creo que tanto renegar y quejarme fue lo que provocó el diluvio de ese día, pues además de estar en un lugar que no quería, estaba mojado de la cabeza a los pies y tenía muchísima hambre y frío. La situación hasta el momento no mejoraba, pero ya me estaba resignando, malas energías llevan a malos modales y eso es algo que personalmente me parece desagradable. Por más que no estuviese cómodo, ya lo estaba digiriendo.
Cerca de las 3 de la tarde, cuando todavía faltaba un poco más de una hora para que comenzara la ceremonia, tanto mi familia como yo nos estábamos muriendo del hambre, pues sólo pudimos desayunar y salir rápido de la casa para poder aspirar a tener una vista medianamente decente, debido al aviso por parte de los medios de comunicación donde aseguraban que habrían miles de personas en el lugar. La asistencia ese día superó lo previsto, cerca de 1,3 millones de personas ingresaron al parque y otras miles tuvieron que observar la eucaristía en los alrededores, pues no habían tantas boletas para la cantidad de personas presentes.
Sumando mi negatividad con el hambre y obteniendo como resultado un panorama cada vez más desalentador, apareció, como si fuese un espejismo, una señora parcialmente joven que no superaba los 45 años de edad, estaba sola, escampando la lluvia debajo de un árbol y con una caja en las manos. Como si estuviese esperando a que nosotros apareciéramos, nos ofreció el lugar en el que estaba y luego de acomodarnos, preguntó si queríamos un pollo entero que le había sobrado, nos dijo que estaba esperando a su familia y que no habían siquiera abierto la caja que nos estaba ofreciendo. Sin mucha coherencia ni explicación sólo nos dejó la caja con un pollo entero en su interior, además de estar caliente y se esfumó. Yo desconfié, pero mi mamá me dijo que se veía bien, procedimos todos a comer y esa señora misteriosa salvó la tarde, pues en el parque no vendían más que papas fritas de paquete y gaseosa. Casualidad, bendición, misterio, ninguno lo supo, lo verdaderamente relevante es que dicho suceso me cambió la cara y la actitud, mejoró el día e inclusive me hizo olvidar del tan anhelado día de descanso que perdí.
Cerca de las 4:15 de la tarde llegó el pontífice al parque y comenzó a hacer su recorrido camino al altar, pasó por todos los senderos predestinados a dicho suceso, saludó a los creyentes y brindó sonrisas que nunca abandonaron su rostro. No pensé tenerlo tan cerca, pero la verdad es que no sentí gran cosa, he sido ‘creyente’ desde pequeño gracias a la influencia religiosa que mi familia me ha dado, pero no me considero un fiel del todo, me da pereza ir a las misas y desde mi punto de vista la religión, específicamente la católica, maneja una doble moral muy notoria. A pesar de haber tenido a Francisco tan cerca y de ver cómo más de una señora quedaba en shock o quebraba en llanto solo por el hecho de haberlo visto, no me impresionó de la forma que lo esperaba ni sentí algo diferente a lo que estaba sintiendo desde que llegué.
Al final del día, con los zapatos todavía mojados, acompañados de un frío aterrador y nuevamente de un hambre salvaje, tuvimos la bendición de encontrar a una señora que cocinaba las arepas de chócolo más ricas que haya probado. El tener un plato de comida y a una familia que se aguanta los berrinches más injustificados, sí lo considero un regalo de Dios, de la vida, una bendición. Puede que no me genere gran asombro la iglesia ni los personajes representativos de la misma, como el Papa, pero si algo aprendí ese jueves 7 de septiembre es que primero se deben dar las gracias y se deben ver las cosas positivas de la vida y después llegará el tiempo para descansar y aprovechar los festivos en la cama; la familia es lo primero, así las creencias no sean del todo las mismas.