No más rivalidades en un país que está en guerra
Por: Ana María Camargo Sotomayor
Era un nuevo día, transcurría el año 2008, me disponía a salir de mi casa hacia el colegio, pues ese día había una presentación en la que estudiantes de primero de primaria hasta once de bachillerato tenían que hacer una coreografía para mostrar sus talentos y dotes musicales.
Yo tenía alrededor de 13 años y cursaba octavo de bachillerato, estudiaba en el Gimnasio Santa María Del Alcázar, un colegio privado que estaba ubicado en el barrio Villa Luz, noroccidente de Bogotá. Para ese entonces en la clase de Sociales la profesora solo hacía énfasis de la operación Jaque, estaba sorprendida por el ingenio de los hombres del Ejército Nacional y que por fin Ingrid Betancourt y los 3 estadounidenses pasarían de estar en cautiverio a los brazos de sus familias.
De hecho, al salir para el descanso, se seguía hablando del tema, estudiantes, profesores y hasta el rector se pronunciaron al respecto, organizando una reunión de estudiantes de sexto a once de bachillerato. Generando diferentes puntos de vista y creando debates entre estudiantes y profesores. Estaba emocionada, pero a la vez no iba a entrar en discusión por lo que pensaba, pues la verdad me daba pereza y flojera el hecho de saber que me iban a contradecir con mi forma de pensar, entonces siempre me retractaba de hacerlo.
Poco a poco se acercaba el momento de poder lucirnos en la presentación, todo mi curso estaba emocionado, ultimando detalles para que el baile fuera un total éxito, había rivalidad con el otro octavo, nosotros éramos el A y el otro el B, se especulaba que uno tenía mejores pasos y el otro pasos muy básicos, que en uno solo estaban las creídas y en el otro las más humildes, eso es algo típico en los colegios privados, aunque todo es controlado desde la rectoría, algo muy diferente pasa en los colegios públicos.
A las 5:30pm salimos a la cancha del Colegio Agustiniano Salitre a hacer nuestra presentación, los espectadores eran nuestras familias y algunos estudiantes del Agustiniano, emocionados dejamos todo en el espacio de baile, recibimos muchos aplausos y las felicitaciones de las directivas de nuestra institución. Era ahora el turno del otro octavo y estábamos expectantes si sería mejor o peor en tarima. No fue mejor, ni tampoco peor, pues fue también muy aplaudido y felicitado por las directivas, ese día aprendimos una lección los dos cursos, a ser más unidos y no tener rivalidad el uno con el otro, pues pensamos que era una actitud muy inmadura.
Al finalizar el evento y llegar a mi casa me encontré con la noticia de que había sido abatido uno de los líderes de las Farc que organizó el secuestro de Ingrid Betancourt, el famoso guerrillero Raúl Reyes, toda Colombia ese día vio una voz de aliento y una mira hacia la paz del país.
Pero no fue tan así, pues en mi inocencia y en mi poco conocimiento acerca del tema, desconocía que había más frentes y más líderes de las Farc en diferentes zonas de Colombia. Mi mamá fue la encargada de explicarme por qué no sería el fin de la guerra sino solo un golpe para el grupo armado.
Así que solo era un pequeño golpe, pero no el fin del revolucionario grupo, y aquella sonrisa e ilusión que había en mi rostro por creer que mi país sería diferente se desvanecieron completamente, con la esperanza de que algún día se acabara la guerra y llegara la paz.