Nueva vida, nuevas muertes
Por: Laura Salas
El 18 de febrero de 1997, Claudia Espinosa, una mujer de 33 años con 38 semanas de embarazo, se encontraba en su trabajo, la antigua SaludCoop (IPS) en el barrio El Barzal de la ciudad de Villavicencio.
En las horas de la mañana cayó y rodó por las escaleras del segundo piso, de inmediato, llegaron todos los compañeros a recogerla, pero ella solo decía “esperen me calmo y ya me levanto”; luego de un instante llamó a su ginecólogo y amigo Víctor Navarro, le comentó lo sucedido y él le sugirió que se vieran en el consultorio, debía realizarle un monitoreo fetal, puesto que lo importante era la vida de la bebé que venía en camino, realmente no se sabía cómo estaba tras la caída.
Llegó al consultorio del doctor, de inmediato los exámenes empezaron y el monitoreo mostró que cada vez que Claudia tenía una contracción el corazón de la bebé se debilitaba y los latidos se escuchaban distantes; Víctor, sin pensarlo dos veces, pidió una habitación en la Clínica Meta, pues sería necesario practicarle una cesárea de urgencia.
Laura María Salas Espinosa nació a las 5:15 de la tarde con un peso de 3.270 gramos y midiendo 51 centímetros, una bebé blanca, gorda y calva. Según Claudia, Laura siempre se ha parecido a ella; fue una niña muy calmada, durmió las primeras 24 horas de vida sin pedir siquiera comida.
Cuando Laura estaba cumpliendo 6 años, específicamente el 18 de febrero del 2003, estaba compartiendo con su familia y amigas una divertida fiesta en su casa, era uno de los mejores días, se metían a la piscina, partían una torta y jugaban. Al mismo tiempo, pero al otro lado del mundo, personas gritaban y trataban de escapar, pues ocurría un incendio que fue predeterminado en el metro de una ciudad en Corea del Sur.
El 18 de febrero de 1997, Claudia Espinosa, una mujer de 33 años con 38 semanas de embarazo, se encontraba en su trabajo, la antigua SaludCoop (IPS) en el barrio El Barzal de la ciudad de Villavicencio.
En las horas de la mañana cayó y rodó por las escaleras del segundo piso, de inmediato, llegaron todos los compañeros a recogerla, pero ella solo decía “esperen me calmo y ya me levanto”; luego de un instante llamó a su ginecólogo y amigo Víctor Navarro, le comentó lo sucedido y él le sugirió que se vieran en el consultorio, debía realizarle un monitoreo fetal, puesto que lo importante era la vida de la bebé que venía en camino, realmente no se sabía cómo estaba tras la caída.
Llegó al consultorio del doctor, de inmediato los exámenes empezaron y el monitoreo mostró que cada vez que Claudia tenía una contracción el corazón de la bebé se debilitaba y los latidos se escuchaban distantes; Víctor, sin pensarlo dos veces, pidió una habitación en la Clínica Meta, pues sería necesario practicarle una cesárea de urgencia.
Laura María Salas Espinosa nació a las 5:15 de la tarde con un peso de 3.270 gramos y midiendo 51 centímetros, una bebé blanca, gorda y calva. Según Claudia, Laura siempre se ha parecido a ella; fue una niña muy calmada, durmió las primeras 24 horas de vida sin pedir siquiera comida.
Cuando Laura estaba cumpliendo 6 años, específicamente el 18 de febrero del 2003, estaba compartiendo con su familia y amigas una divertida fiesta en su casa, era uno de los mejores días, se metían a la piscina, partían una torta y jugaban. Al mismo tiempo, pero al otro lado del mundo, personas gritaban y trataban de escapar, pues ocurría un incendio que fue predeterminado en el metro de una ciudad en Corea del Sur.
Este incendio fue provocado por un hombre que tenía 57 años y presuntamente tenía problemas psiquiátricos. Ocasionado en Daegu, a unos 200 kilómetros al sur de la capital surcoreana, cuando hicieron la investigación de los hechos se dan cuenta que al interior de los vagones se encontraban cien personas muertas, quienes se sumaban a los 47 fallecidos oficiales que se dieron en las primeras horas.
El gobierno local hizo un último balance de 171 personas desaparecidas y 52 víctimas mortales, lo más extraño es que en otros medios como Korea Times hablaban solamente de 130 muertos y un centenar de heridos. Las investigaciones dieron como resultado que el sospechoso realizó este incendio como una venganza contra una clínica de medicina oriental que lo operó en 2001 tras sufrir un ataque cerebral.
Un día especial para unos y el peor para otros, tragedia y felicidad; sentimientos encontrados, mientras una niña empezaba a vivir su vida, otras personas morían o sufrían.
El gobierno local hizo un último balance de 171 personas desaparecidas y 52 víctimas mortales, lo más extraño es que en otros medios como Korea Times hablaban solamente de 130 muertos y un centenar de heridos. Las investigaciones dieron como resultado que el sospechoso realizó este incendio como una venganza contra una clínica de medicina oriental que lo operó en 2001 tras sufrir un ataque cerebral.
Un día especial para unos y el peor para otros, tragedia y felicidad; sentimientos encontrados, mientras una niña empezaba a vivir su vida, otras personas morían o sufrían.