Persiguiendo un sueño
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Por: Juan Sebastián Díaz
Desde el año 2006 Carlos Díaz y Luz Mery Muñoz, como muchas familias, luchaban por conseguir una casa propia. Toda su vida ellos habían vivido en arriendo y algunas veces con muchas dificultades. Pero eso no era ningún impedimento para cumplir ese sueño.
Ellos desde que se casaron viven de su propio negocio, la confección textil y el estampado. Un negocio informal de altas y bajas en el comercio de ropa. Sin embargo, a lo largo de los años el negocio iba creciendo cada vez más. Esto era cuando el popular “madrugón” de San Victorino, donde la marca de ropa local tenía una gran importancia en el mercado colombiano y empresas mayoristas o personas naturales buscaban al por mayor prendas para ellos revender en sus locales a un precio mayor.
Lo anterior se sigue viendo en el centro de Bogotá. Sin embargo, ya no de la misma manera masiva e impactante de la década de los noventa y a comienzos del nuevo siglo.
Carlos y Luz Mery estaban, tal vez, en la mejor época de su negocio, tanto así que tenían más de 10 empleados haciendo la confección de sus prendas para llevarlas al mercado. No obstante, muchos negocios del “madrugón” comenzaron a decaer y solo en las épocas decembrinas y de año nuevo era donde la confección aumentaba su rentabilidad, de resto, a lo largo del año, solo alcanzaba para el diario vivir.
Ya en el 2006, como comenzó esta historia, la familia Díaz Muñoz luchaba por encontrar una casa propia, después de haber vivido en más de 3 casas en arriendo. Esta última fue donde el negoció cayó al piso, habían más deudas que ganancias, y no se pasaban buenos momentos en el entorno familiar.
Es por esto que el negocio que tenían en el “madrugón” ya no podía mantenerse por los altos costos del arriendo y las pocas ganancias que llegaban. Así que decidieron cerrarlo y dedicarse casi netamente al estampado textil, el otro negocio que ayudaba a que la familia tuviera algo que comer cada día y pagar el colegio de sus dos hijos: Néstor Díaz, el mayor, y Sebastián Díaz.
Después se volvieron a trastear a dos casas más, hasta el punto que no se podía pagar el arriendo y el dueño de la casa decidió darles un mes para que se fueran y consiguieran otro lugar para vivir. Ellos, sin dónde ir, buscaron un lugar adecuado, pero no encontraron nada, hasta que la hermana de Carlos les ofreció un piso en la casa de ella, en Villas de Granada, en la localidad de Engativá, al occidente de la capital. Allí duraron 4 años y el negocio volvió a coger fuerza, ahora en el estampado.
En el transcurso de esos 4 años Carlos y Mery comenzaron a buscar una oportunidad de nueva vivienda con el Gobierno. Aplicaron al Fondo Nacional del Ahorro y a una vivienda de interés social. Esperando a una oportunidad de subsidio.
Muchas veces pensaron en desistir, ya que siempre les negaban esa oportunidad de subsidio. A pesar de que año a año ahorraban, así sea algo mínimo, para poder tener un capital con que completar el préstamo otorgado por el Estado.
En el 2015 les llegó una respuesta inesperada, donde la Constructora Bolívar les aprobó un subsidio de 30 millones de pesos para acceder a un apartamento en Parques de Bogotá, en la localidad de Bosa, un nuevo proyecto de vivienda de interés social y prioritaria para gente con escasos recursos. Sin embargo ellos tenían que dar el monto restante en dos semanas, aproximadamente 20 millones de pesos. Ellos sabían que era muy complicado de conseguir ese monto en tan poco tiempo, vieron por perdida esa oportunidad.
Pero un milagro de esos que no suceden siempre les llegó a las manos. Una prima de ellos les ofreció un negocio de pintar 18 torres de un conjunto en Colina Campestre y el monto seria de nueve millones de pesos. Acto seguido la constructora los citó para decirles que el dinero restante del apartamento, para que les quedará libre, les bajó a 14 millones de pesos. Así que ellos aceptaron y comenzaron a pintar junto con sus hijos, iban todos los días para acabar con el trabajo antes de tiempo.
La constructora les dio dos semanas más de plazo y terminaron el trabajo, y con un préstamo y ahorros, alcanzaron a completar los 14 millones de pesos que necesitaban para el apartamento. Luego de pagarlo les dieron el acta de propiedad y por fin la noticia de tener casa propia se hizo realidad.
Un año después pudieron trastearse a su nuevo hogar y hoy en día su trabajo de estampados y confección volvió a surgir poco a poco.