Un vicio silencioso
Por: Laura Linares
Me encontraba ahí, en ese lugar tan nombrado por tanta gente, todos mayores de edad; jóvenes, adultos, ancianos, pobres, ricos, humildes, arrogantes, de todo se ve. No importa si es de día o de noche, siempre hay al menos una persona apostando sus pocos pesos, o tal vez su vida entera, en ese lugar.
Juan Nicolás Martínez me cuenta que a sus 17 años comenzó a conocer el mundo de los casinos, esto quiere decir que la restricción de mayoría de edad en esa época no era tan supervisada como ahora. Todo empezó por medio de un amigo que lo invitó. Juan Nicolás apostó 5.000 pesos y tuvo una ganancia de 80.000 con su primero tiro, él pensó que ese era el mejor medio para adquirir ingresos, pero nunca se imaginó que ese amigo y ese día cambiarían todo su destino.
Con el paso de los años Juan Nicolás ya tenía amigos en los casinos, eran personas que iban constantemente a apostar. Él creó un vínculo con muchos de ellos y su tema era siempre el mismo procedente que los unió, las apuestas en el casino.
Por un momento me detuve a observar el lugar y me di cuenta de la inversión tan pensada para que la gente se sienta cómoda y pueda pasar todo un día allí. Ofrecen tragos de whiskey, botellas de agua, gaseosas y pasa bocas gratuitamente. A sus clientes más fieles los “consienten” con un almuerzo o una comida. Todo es cuestión del buen marketing, cuyo fin es ver cómo se logra que con una comida o una bebida la gente se sienta a gusto en el lugar que se encuentra, sin importar si en el fondo del asunto esas bebidas o esas comidas no valgan nada a comparación de lo que se pierde.
Ese es el mal pensamiento del ludópata, parece que no es que no piense ni analice la situación, la cuestión radica en un pensamiento que inunda la cabeza de todos los jugadores. “No importa la plata que invierta en el juego, en cualquier momento la voy a recuperar, duplicar o hasta triplicar”.
La ludopatía es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno caracterizado por la presencia de frecuentes y reiterados episodios en juegos de apuestas, los cuales dominan la vida de la persona enferma en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares.
Esta grave adicción se suma a otras en este lugar. Un cuarto especial para fumadores es otro ambiente apostador que se ve. Dentro de él se encuentran máquinas de azar, ceniceros altos tipo caneca y otro barman que ofrece tragos y bebidas. Observo una característica similar en todos los jugadores de este espacio, la agilidad de poder maniobrar sus máquinas con el cigarrillo en la mano, casi expertos, donde hasta la ceniza se sostiene en pequeños fragmentos y no se cae.
Entrando nuevamente en contexto ¿Qué pasaría si las personas con esta adicción toman la decisión de parar? El mismo casino se encarga de que todo esté preparado para que éste acto de conciencia y razonamiento no funcionen. Desde que se ingresa o se realiza una inscripción en los casinos, estos, mediante un formulario, nos cuenta Juan Nicolás, obtienen toda la información de los usuarios, números telefónicos, dirección y correos electrónicos. Pero, ¿para qué funcionan estos datos? Simple, funcionan para que cuando el ludópata desesperado entre un poco en razón y quiera desaparecer de su nudo de problemas, con una llamada, un correo o un simple mensaje de texto todo vuelva a ser como antes.
Su mensaje es claro. Se le obsequia al usuario un bono de cierta cantidad elevada para que lo apueste en cualquiera de sus sedes. Un “obsequio” con el que finalmente no se gana nada, pero lastimosamente esas personas llevan algo de dinero en sus bolsillos y “es la adrenalina la que hace que no se pueda parar de apostar”, cuenta Juan Nicolás.
“Para la inscripción se te da una tarjeta del casino para acumular puntos y los puedes redimir para seguir jugando, también se te dan boletas para sorteos, de acuerdo al juego se te da un bono mensual y el valor del bono depende de la categoría en la que te encuentres: Zafiro, Gold, Platino y Diamante. Con Zafiro los bonos son de 10.000 o 20.000 pesos y con diamante 100.000 o 200.000, depende lo que hayas apostado”, cuenta Rosalba, asistente de recepción del Casino Rio.
La ludopatía es reconocida por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un trastorno caracterizado por la presencia de frecuentes y reiterados episodios en juegos de apuestas, los cuales dominan la vida de la persona enferma en perjuicio de sus valores y obligaciones sociales, laborales, materiales y familiares.
Esta grave adicción se suma a otras en este lugar. Un cuarto especial para fumadores es otro ambiente apostador que se ve. Dentro de él se encuentran máquinas de azar, ceniceros altos tipo caneca y otro barman que ofrece tragos y bebidas. Observo una característica similar en todos los jugadores de este espacio, la agilidad de poder maniobrar sus máquinas con el cigarrillo en la mano, casi expertos, donde hasta la ceniza se sostiene en pequeños fragmentos y no se cae.
Entrando nuevamente en contexto ¿Qué pasaría si las personas con esta adicción toman la decisión de parar? El mismo casino se encarga de que todo esté preparado para que éste acto de conciencia y razonamiento no funcionen. Desde que se ingresa o se realiza una inscripción en los casinos, estos, mediante un formulario, nos cuenta Juan Nicolás, obtienen toda la información de los usuarios, números telefónicos, dirección y correos electrónicos. Pero, ¿para qué funcionan estos datos? Simple, funcionan para que cuando el ludópata desesperado entre un poco en razón y quiera desaparecer de su nudo de problemas, con una llamada, un correo o un simple mensaje de texto todo vuelva a ser como antes.
Su mensaje es claro. Se le obsequia al usuario un bono de cierta cantidad elevada para que lo apueste en cualquiera de sus sedes. Un “obsequio” con el que finalmente no se gana nada, pero lastimosamente esas personas llevan algo de dinero en sus bolsillos y “es la adrenalina la que hace que no se pueda parar de apostar”, cuenta Juan Nicolás.
“Para la inscripción se te da una tarjeta del casino para acumular puntos y los puedes redimir para seguir jugando, también se te dan boletas para sorteos, de acuerdo al juego se te da un bono mensual y el valor del bono depende de la categoría en la que te encuentres: Zafiro, Gold, Platino y Diamante. Con Zafiro los bonos son de 10.000 o 20.000 pesos y con diamante 100.000 o 200.000, depende lo que hayas apostado”, cuenta Rosalba, asistente de recepción del Casino Rio.
Estos beneficios son muy llamativos para estas personas porque ven una posibilidad de recuperar lo perdido sin tener que volver a invertir, pero terminan siendo una manera de atrapar al cliente, ya que éste ve la situación muy llamativa dentro de su nuevo ideal estructurado por el mismo casino. Esta situación se da porque las acciones posteriores ayudan a que este medio esté en constante movimiento y la gente en conjunto nunca gane más que el negocio porque este “tiene que darle beneficios al que lo crea”, afirma Juan Murillo, quien fue apostador por un tiempo pero se dio cuenta de la magnitud del problema en el que se estaba metiendo.
Como dice Juan Nicolás, este mundo también trae consigo muchas energías negativas, “allá va mucha gente mala, mucha gente que roba, mucha gente que estafa a otras personas y estas energías uno se las termina llevando y finalmente así mismo le termina yendo a uno en todo lo que se proponga, no salen los negocios, empiezan los problemas en la casa, con mi mujer, mis obligaciones… Cada vez era peor, prefería estar un fin de semana metido en el casino que compartir con mis amigos, tomarme unos tragos o viajar”.
Relatos que me dejan muy pensativa. Cuánta gente no habrá perdido sus cosas más valiosas, su trabajo o hasta su familia por un vicio silencioso, que no se ve, que se pronuncia solo en el juego. Un vicio que carcome en el momento y conlleva a hacer malas jugadas. Un vicio que parece desaparecer fuera del casino y se entra un poco en razón pero sin saber por qué, al volver al establecimiento todo vuelve a cambiar.
Como dice Juan Nicolás, este mundo también trae consigo muchas energías negativas, “allá va mucha gente mala, mucha gente que roba, mucha gente que estafa a otras personas y estas energías uno se las termina llevando y finalmente así mismo le termina yendo a uno en todo lo que se proponga, no salen los negocios, empiezan los problemas en la casa, con mi mujer, mis obligaciones… Cada vez era peor, prefería estar un fin de semana metido en el casino que compartir con mis amigos, tomarme unos tragos o viajar”.
Relatos que me dejan muy pensativa. Cuánta gente no habrá perdido sus cosas más valiosas, su trabajo o hasta su familia por un vicio silencioso, que no se ve, que se pronuncia solo en el juego. Un vicio que carcome en el momento y conlleva a hacer malas jugadas. Un vicio que parece desaparecer fuera del casino y se entra un poco en razón pero sin saber por qué, al volver al establecimiento todo vuelve a cambiar.